La Ley Mulford de 1967 fue aprobada por Republicanos y Conservadores después de que las Panteras Negras ingresaran al Capitolio en Sacramento, la capital de California. En abril de 2020, un grupo de conservadores, blancos, ingresó al Capitolio de Lansing, Michigan, con armas. Dos motivos diferentes, resultados opuestos.
Una larga historia fuera de las vitrinas de Nueva York, las encuestas en Washington DC, las películas de Hollywood. Una historia a veces olvidada dentro de los Estados Unidos, por los propios estadounidenses.
[imagen de portada: ilustración de Stefano Grassi para TBU]
1966. Oackland, California.
Nacen las Panteras Negras, the Black Panther Party for Self-Defense.
La esclavitud fue abolida en 1865 después de la guerra civil. No obstante, la segregación se mantuvo: en 1964 es aprobada la Ley de Derechos Civiles, propuesta por JF Kennedy en 1963 antes de ser asesinado. Aún así, el contexto cultural no había cambiado. Esos son años en los que la protesta por los derechos de los afroamericanos, iniciada simbólicamente por Rosa Parks en 1955, alcanza un clímax sangriento: en 1965 es asesinado Malcolm X, Martin Luther King lo es luego en 1968. Los actuales “abuelos” estadounidenses crecieron en ese contexto histórico, un pasado extremadamente presente.
¿Qué querían hacer Bobby Seale y Huey P. Newton, los dos fundadores de las Panteras? La clave para entender la historia es la última palabra: “self-defense”, defensa propia. Para entender, como suele suceder, debemos dar un paso atrás.
Miércoles 11 de agosto de 1965. Los Ángeles, cruce entre Avalon Boulevard y 116th Street.
Marquette Frye, un afroamericano de 21 años, es detenido por la policía de tránsito, la Patrulla de Carreteras de California. El resultado es un choque, primero verbal, luego físico, que termina con la llegada de refuerzos y el arresto de Marquette, de su hermano Ronald y de su madre, Rena.
Para Lee Minikus, el policía, es un arresto como cualquier otro, Frye conducía en estado de embriaguez. Pero eso no cuenta. El episodio cae dentro de un vaso que se ha desbordado durante bastante tiempo: la discriminación racial ancestral, combinada con la consiguiente segregación económica, la violencia sistemática por parte de los organismos encargados de hacer cumplir la ley, mas una relación endógena entre discriminación, pobreza y delincuencia.
En Watts, barrio al sur de Los Ángeles, cruce entre Avalon Boulevard y 116th Street, la mayor parte de los ciudadanos no son blancos, tanto en aquel entonces como ahora. El agua se desborda del vaso: los habitantes se acercan a la escena del accidente, comenzando a arrojar objetos hacia la policía mientras arrestan a la familia Frye. Se genera una multitud que no tiene intención de ceder, resistiéndose a ser dispersada pese a los intentos de la policía durante toda la noche.
El 12 de agosto, la situación se intensifica: las protestas se han convertido en una revuelta, las tropas de la Guardia Nacional del Ejército de California (la Guardia Nacional es la reserva militar del ejército federal) se suman a las fuerzas policiales locales, para un total de 21 mil soldados.

En Watts, 13 y 14 de agosto de 1965, Riots Rage On, la revuelta se desata. Para la prensa, se trata de Negro looters, exesclavos que saquean tiendas.
Entre 6 y 35 mil personas participan en los 6 días de enfrentamientos. 34 muertos, 1032 heridos, 3438 arrestos.

No es tanto el final de esta historia lo que debe recordarse para nuestra historia, sino el comienzo, el choque durante el arresto.
Octubre de 1966, nacimiento de las Panteras Negras.
Seale y Newton no ofrecen una tierra prometida, un regreso a África, una organización de todos los negros. Nada de eso. La idea está en aquel For Self-Defense que hace parte integral del nombre del partido: evitar que los afroamericanos sean víctimas de la violencia policial, como en el caso de Marquette Frye en Watts, pero sobre todo como había estado sucediendo durante años en todas las ciudades de los muy civilizados Estados Unidos de América.
¿Cómo detener la violencia? Monitoreando a la policía, y como la policía, teniendo armas. Una idea absurda en muchos países, incluida Italia, mas no en Estados Unidos. La Segunda Enmienda a la Constitución garantiza el derecho a tener un arma y a portarla en público, el llamado open-carry:
“A well regulated Militia, being necessary to the security of a free State, the right of the people to keep and bear Arms, shall not be infringed.”
Ahora, imagínense a un policía de Oackland que se da vuelta y detrás de él, a 5 metros de distancia, está un grupo de personas que lo siguen constantemente. Con armas claramente a la vista. Cargadas. Las Panteras le muerden el trasero a las “panteras”[1]. Por el contrario, la policía sufre una pequeña fracción del tormento infligido a los afroamericanos a lo largo de los siglos. Con los pantalones mojados del susto.
Y fue así que de un día para otro
Boca de Rosa se echó encima
la ira funesta de las perritas
a las que había sustraído el hueso[2]
[2] Nota del traductor: Extracto de la canción ‘Bocca di Rosa’ compuesta por el cantautor italiano Fabrizio de Andrè en 1967. Allí se relata la historia de una exitosa y apasionada prostituta en el pueblo de Sant’Ilario, que se gana por enemigas a las mujeres casadas del pueblo. Esta últimas, por consejo no solicitado de una mujer soltera y sin hijos, logran convencer a la policía de expulsar a Boca de Rosa del pueblo. Vea aquí la traducción de la letra al español: http://fernandolucini.blogspot.com/2013/12/canciones-con-historia-bocca-di-rosa.html
Un hueso de calibre 35. Como en el pueblo de Sant’Ilario, también en este caso hubo alguien que “se tomó la molestia y de seguro el gusto / de dar a todas el consejo justo”.
Su nombre era Don Mulford. Republicano, miembro del Parlamento de California desde 1957 hasta 1970. En su carrera política, entre otras cosas, había propuesto un castigo severo para los profesores de la Universidad de Berkeley que se oponían a la guerra en Vietnam. Sin embargo, es recordado exclusivamente por la ley que lleva su nombre. El soporte legal y cultural de toda esta historia, la Ley Mulford.
El texto es simple: prohibición de portar armas cargadas en público. La ley es propuesta por Don pero, atención, con el apoyo de líderes Republicanos y Demócratas. Es difícil distinguir la necesidad de regular la existencia de milicias armadas – un asunto de seguridad democrática –del deseo de controlar a las Panteras. Tampoco debemos ignorar la resistencia de la población wasp (white, anglo-saxon, puritan), como lo demuestran los cientos de cartas de protesta enviadas a Mulford.
2 de mayo de 1967. Sacramento, capital de California.
Mediodía, 18 grados. El gobernador de California, un tal Ronald Reagan, está a punto de unirse a un grupo de escuelas secundarias que visitan el Capitolio, sede del parlamento de un Estado. El Capitolio, en cada Estado, es un edificio similar a la Casa Blanca: blanco, cúpula. En el césped al oeste del edificio, el almuerzo está listo, pollo frito.
En agenda, está la discusión de la Ley Mulford en la Cámara. Unos 25 miembros de las Panteras Negras empiezan a llegar. Una docena ingresa al Capitolio, sube al segundo piso y entra en el debate en curso. Pánico en el aula. El presidente de la Cámara, el Demócrata Carlos Bee, ordena: “Sergeant, remove those people immediately.”

Desde un punto de vista simbólico, ese fue un evento histórico. En palabras de Los Angeles Times, la protesta “pone fin a una era de inocencia, una época en que los políticos veían el monolito de granito [el Capitolio] como un santuario [protegido] de los peligros de la violencia cotidiana”.
El hecho es intimidante: inherente a la protesta hay un cierto grado de deslegitimación del gobierno democrático por parte de una minoría, armada.

Las Panteras son inicialmente desarmadas y acompañadas a la salida. Pero como existe la Segunda Enmienda, tienen todo el derecho de tener armas en un lugar público. Y el Capitolio no es una excepción: se devuelven las armas. Las Panteras se van y piensan que obtienen lo que querían, es decir, dar visibilidad en los medios de comunicación sobre la batalla contra una ley que destruiría todo el proyecto de vigilancia policial (cop-watch).
Piensan, porque logran el efecto contrario: los temores de los medios de comunicación, principalmente controlados por blancos, son exclusivamente de carácter jurídico y político, no social. Existe temor, con razón, sobre el peligro de las milicias armadas en suelo público. Se ignora injustamente la causa de la desigualdad social que condujo al gesto de protesta, es decir la discriminación racial. Esos temores se traducen en legislación: con una gran mayoría, se aprueba la Ley Mulford. Está prohibido portar armas – cargadas – en lugares públicos. ¿Y dentro del Capitolio? Prohibidísimo.
En California, desde 1967, la sociedad conservadora y blanca ha prohibido el uso de armas para protegerse de las Panteras Negras. “Hoy, los Republicanos defenderían el derecho de las Panteras a tener armas”, dice el Demócrata Willie Brown, entonces congresista y ahora alcalde de San Francisco.
Flash forward.
Abril de 2020, Oackland, California.
Los Golden State Warriors se mudaron de Oackland a San Francisco, Durant se mudó a los Nets, Klay Thompson está trabajando para recuperarse de la lesión de 2019. La temporada de la NBA se suspende debido a la Covid-19.

Abril de 2020. Lansing, capital de Michigan
Los primeros dos casos de Covid se informan el 10 de marzo cerca de Detroit. El 18 de marzo, la primera muerte. El 22 de marzo, con más de mil casos confirmados ahora, la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, obliga a los trabajadores no esenciales a quedarse en casa. Una decisión tomada muy tarde para contener la enfermedad, como las tardías y lógicamente retrasadas decisiones tomadas por Trump, alguien que dice estar considerando inyectarse desinfectante.
El 15 de abril, después de 3 semanas, con 30,000 casos y 2,000 muertes solo en el Estado, un grupo llamado Michigan Conservative Coalition lanza la operation gridlock, una protesta contra las medidas de cuarentena. ¿Cómo se protesta durante una pandemia? Permaneciendo en el automóvil, bloqueando las calles del vecindario alrededor del Capitolio y tocando la bocina. La cita es al mediodía, pero desde las 11 en Michigan Avenue todo está bloqueado, mucho más allá del Hospital Sparrow, el hospital principal de la ciudad, hasta llegar a Eastside, el distrito este de Lansing en la frontera con la ciudad de East Lansing. Un desorden ruidoso como el claxon de una pickup.
El mensaje principal de la protesta es este: “no aceptamos que ningún tipo de gobierno pueda limitar la libertad individual para moverse”.
La situación a las afueras del Capitolio de Michigan es – casi – como se esperaba. Casi, porque un grupo grande de personas decide ser coherente hasta el final, eligiendo la libertad de protestar fuera del automóvil. Para el deleite de la Covid, que lo invirtió todo en su libertad para moverse.

Entre los que estaban fuera de los autos, un grupo apareció con uniforme de camuflaje, chaleco antibalas, armas semiautomáticas.

Y entran al Capitolio. La historia parece repetirse.

Mike Shirkey, el líder de la facción Republicana del Senado, los llamó “un montón de idiotas”. Shirkey, en los micrófonos de la Bridge Magazine, condenó el uso de tácticas intimidantes que amenazan con el uso de la violencia física.
Recordemos estas palabras, que volveremos a retomar dentro de unas pocas líneas.
¿Cuál es el contexto cultural, qué llevó a ver a las armas como una lucha de la derecha? Como me explica Hasan Tbeileh, un abogado californiano que vive en Michigan, el punto de inflexión es 2008, cuando la Corte Suprema – caso District of Columbia v. Heller – explicita por primera vez el derecho al uso personal de las armas. ¿Cómo así que en el 2008, si la Segunda Enmienda ha existido desde 1791?
Sí, pero hasta 2008 se había mantenido en una zona gris, dado que, literalmente – hace unos párrafos – el artículo parece vinculado a las palabras State Militia (Milicia del Estado): el derecho a la defensa colectiva, no individual. Después de años de debate, en 2008 se concreta el trabajo de lobbying y retórica originalista que pinta al estadounidense como un lonely frontier man, solitario en el salvaje oeste, contra los nativos, los osos, los británicos. Es un derecho individual, punto. Pero es precisamente una bandera política que los conservadores (y la NRA) han comenzado a agitar en los últimos 30 años, nada más.
Se necesita la última ayuda para entender la historia hasta el final. Necesitamos hablar con aquellos en Michigan que han estado involucrados en política durante años. Jonathan Oosting, reportero de Bridge Magazine:
“Cada año se organiza un evento por la Segunda Enmienda. Mucha gente entra al Capitolio con armas. Este tipo de eventos nunca ha sido problemático en sí mismo. El objetivo de los organizadores es recordarles a todos que es un derecho normalizar el uso de las armas”.
“El hecho de que se pueda portar armas dentro del Capitolio sorprende a los propios habitantes, acostumbrados, por ejemplo, al hecho de que no se pueden portar en los tribunales estatales o federales, y por lo tanto piensan que es ilegal incluso dentro del parlamento”. Por lo tanto, se crean situaciones extrañas, casos en las que hay niños en edad escolar que visitan el edificio y, al mismo tiempo, hay una manifestación a favor de las armas”. ¿Nos recuerda algo?
“Muchos Republicanos aquí en Michigan son partidarios declarados de la Segunda Enmienda. Cuando hay este tipo de manifestaciones, a menudo se unen al grupo fuera del Capitolio para hablar con la multitud y dar su apoyo “.
¿Qué hay de nuevo ahora?
“Es la primera vez”, continúa Jonathan, “que algunos legisladores dicen abiertamente que se sintieron intimidados por la presencia de armas. De hecho, son principalmente los Demócratas quienes han expresado sentimientos de intimidación. Algunos Republicanos hicieron comentarios, pero no dejaron salir emociones que pudieran motivarlos a cambiar la ley “.
La Comisión del Capitolio que tiene el poder de decidir las reglas del edificio, puede cambiar la ley. Problema: la comisión está compuesta por personas que esperaban tomar decisiones sobre el color de las cortinas. Cosas técnicas, burocráticas. No terminar en medio de una cuestión política espinosa. Y, dado que no existe una obligación formal, probablemente nada cambiará.
Lo único que podría suceder es un acuerdo entre la minoría (Demócratas) y la mayoría (Republicanos) para limitar el porte de armas específicamente en el balcón de la sala legislativa. La presencia de las milicias en ese lugar es el hecho que más preocupaba a los diputados. Imagine un grupo de personas no identificadas, potencialmente enojadas, con rifles cargados, observando la discusión, de arriba abajo.
También sobre esta posibilidad, Jonathan es escéptico: “considerando las repercusiones que esto podría tener para su base electoral, no espero que los Republicanos aprueben ningún tipo de ley que prohíba las armas”.
El círculo se cierra: los Republicanos como Shirkey condenan oficialmente a un grupo muy específico, pero con la intención de mantener el favor tanto de quienes protestan contra la gobernadora Demócrata como de los que generalmente están a favor de las armas. Entonces, de hecho, apoyan el modelo cultural que alimenta la existencia misma de este “montón de idiotas” [bunch of jackasses].

Lansing, mayo de 2020. Por teléfono.
Jonathan llega a la pregunta más incómoda: hubiera sido diferente si los manifestantes fueran negros?
“A lot of people asked: would those dynamics had been different if the protestors were black?”
No da una respuesta: intentemos responder, a partir de lo que hemos aprendido de todo este asunto.
Como en 1967, una minoría porta armas dentro del Parlamento. Como en 1967, no hay accidentes. Como en 1967, debemos tratar de entender cuáles son las condiciones sociales que motivan la protesta. Covid significa perder tu trabajo. Perder tu trabajo significa no solo una cuestión de dinero, sino que ya no tienes seguro médico.
A diferencia de 1967, la minoría en cuestión es blanca. A diferencia de 1967, los grupos armados blancos estaban desconectados instrumentalmente del contexto cultural, tanto de las protestas anti-cuarentena como de las manifestaciones a favor de las armas. Porque si eres blanco tienes todos los privilegios: ser un caso aislado y, al mismo tiempo, un ciudadano a quien guiñar el ojo en las próximas elecciones.
Giacomo Romanini (trad. Juan Sebastian Hernandez)